jueves, 21 de mayo de 2015

MICRO-RELATO


Huérfano pero con una gran vitalidad enraizada en su frágil existencia y maximizando los recursos inmunológicos que generosamente su madre, ya finada, le prendió como ofrenda, Shami, ávido de amparo, se engancha fuerte y nervudo a mi cuello plástico y artificial mientras mi nublada casi opaca mirada embebida de agua salada, que bien podría ser sudor o lágrimas, no me deja ver sus ojos…  No puedo retirarme las gafas protectoras para limpiarme, sigo sin poder verte; los guantes no me permiten acariciarte sintiendo tu piel y haciendo que sientas mi tacto cuidador; la mascarilla me niega el poder besarte con mis labios ni darte calor con mi aliento; no tengo licencia para emitir ni una sola palabra que, aunque parca, te ampare porque apenas me queda energía para tratar de evitar sincoparme; sin embargo, puedo imaginar tus ojos escampados, tu leal mirada, la suavidad de tu piel, y los versos de la nana que te canto con el latido de mi corazón.

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